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martes, 15 de agosto de 2017

'Hannibal', excesiva


Anthony Hopkins ganó el Oscar en 1991 por su interpretación en ‘El silencio de los corderos’, creando un personaje parte ya del acervo cinematográfico popular. Dicha fama fue la que dio luz verde a este proyecto. La idea de conocer en mayor profundidad a Hannibal Lecter, su entorno, los recovecos de su mente, su metodología, era una éxito de audiencia seguro. Tres temporadas después la serie fue cancelada, el público la abandonó, precisamente por no haber estado nunca al servicio de Lecter y si al del lucimiento personal de sus creadores. Quisieron ir de transgresores, hacerse notar, estar por encima de un mito cinematográfico y el resultado es un producto en su conjunto burdo, descolocado, sin clase ni finura, algo que nunca se podría decir del verdadero Hannibal Lecter.

1º temporada


La serie comienza como un procedimental donde prima el gore y lo estrambótico de cada nuevo asesino. Desde el primer capítulo se comienza a ver sangre, pero es de la propia serie de quien procede ese sabor a óxido, herida desde el inicio por su propia grandilocuencia. Gotea carmesí esta primera temporada a través de asesinos que parecen más interesados en desarrollar su vena artística que en degollar venas ajenas - de cada muerte hacen un “cuadro” - y de un William Graham que más que habilidades empáticas parece tener super poderes.

Sin embargo no se hace pesada de ver, el hecho de ser cada capitulo en buena medida autoconclusivo le ofrece una nueva oportunidad de forma constante, con lo que sus defectos se diluyen y su aciertos cogen cuerpo. En ese aspecto luce un grandísimo actor como es Mads Mikkelsen, quien lo borda en recrear la faceta pública de Hannibal Lecter, refinado, culto e inteligente. El otro Hannibal, el canibal, no aparece de forma explicita pero si emplatando la consecución de sus actos. Verle cocinar da hambre, lo que produce un malsano placer.

2º temporada



Como en toda gran chapuza, prima la improvisación. Hannibal se devora a si misma para tomar un nuevo enfoque, dejando de lado a los sádicos posturetas de cada capitulo anterior para centrarse en la relación establecida entre William Graham y Hannibal Lecter. Deja de ser un procedimental policial para, tratar de ofrecer un thriller psicológico que nunca se percibe equilibrado ni creíble, o bien por una deficiencia a nivel interpretativo (el personaje construido por Hugh Dancy llega en sus tics a resultar irritante), o bien por una falta de valor por parte de su creador - Bryan Fuller - para ir más allá y romper moldes.

La posibilidad de mutación por parte de William Graham es el tema recurrente de esta segunda temporada, fútil, puesto que jamás se muestra en pantalla nada que pueda hacer creer en la realidad de esta transformación. No hay dudas acerca de su integridad con lo que la insistencia, constante, en tratar de hacer creer al espectador lo contrario carece de sentido. Un bucle continuo entre ambos personajes que va del homo erotismo al rencor, y del delirio a lo inmaculado. No llega a profundizar en momento alguno, no avanza y por tanto aburre.

3º temporada


Alucinaciones que ni las mejores drogas de diseño, oscurantismo propio de barraca de feria, una psicodelia con más aires de grandeza que sentido, lo onírico a tropel ya sin filtro ni rigor alguno, una banda sonora chirriante…, el inicio de esta tercera temporada no hace más que exacerbar los excesos de temporadas anteriores, medianamente tolerables hasta el momento, rozando incluso lo insoportable en esta ocasión.

Afortunadamente vuelve no obstante a cambiar el tono de la serie - probablemente debido a su cancelación - y a partir del episodio siete se introduce la trama del ‘Dragón rojo’ - basada en la primera novela escrita por Thomas Harris sobre lo que sería la tetralogía Lecter -, ofreciendo algo más cercano a lo visto en pantalla grande. Un thriller policiaco que no se desvía demasiado de lo ya conocido por el aficionado y que aún así, o más bien gracias a ello y a un estilo narrativo más convencional, resulta ser lo más rescatable de toda la serie. Supera incluso a su homónimo cinematográfico en la reproducción de varias de las escenas más icónicas.

El final es una solución atropellada para darle un cierre que complaciera a su escasa, aunque fiel, audiencia. Un desenlace cursi donde uno de los mayores villanos de la historia muere presa de la ñoñería, entregado, sumiso y bobo…, casi tan surreal como verle a la mesa de un Mc Donald.

Conclusión



‘Hannibal’ quiere ser más de lo que es y se fagotiza a si misma, tiene algunas buenas ideas siempre mal ejecutadas y/o desarrolladas. Técnicamente luce en lo superficial, brilla siempre en busca del asombro fácil. Su guión nunca termina de asentarse, ni en lo principal ni en lo referido a los personajes secundarios tratados con desinterés, desdibujados, desaprovechando la oportunidad de profundizar en el universo que rodea a Hannibal Lecter. Narrativamente es exasperante, lenta y con ínfulas de grandeza. ‘Hannibal’ se cree impecable, pero se marcha dejando la habitación llena de huellas.

Calificación:

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