Increíble en su acepción “muy difícil de creer”, ni siquiera el hecho de tener base real (el protagonista esta inspirado en Daniel Burros un norteamericano antisemita de educación judía) consigue dar veracidad a la historia, y no creer lo que se expone la hunde, antojándose vista en perspectiva como un disparate. La película es incapaz de aprovechar una bipolaridad centrada en dos temas que por su morbo, trasfondo psíquico, sociológico e histórico son de interés innato, resultando así una película muy desaprovechada.
El interés suscitado de origen disminuye con el suceder de los minutos, y lo que nos cuentan terminan por caer en el desinterés y la falta de entendimiento. En un ejercicio de auto comprensión sintonizamos con Danny Balint y su hábitat múltiple, semejanzas reales hemos conocido como el predicador de la heterogeneidad homosexual, o aquel hombre de fe involucrado en quehaceres demasiado cálidos. Si bien, con reticencias, llegamos a entender su núcleo, la evolución del personaje es insuficiente, parca en detalles, radicalizando con celeridad por una corriente u otra sin proceso intermedio, llegando a c sin pasar por b. Su comportamiento resulta entonces inconcebible, y por tanto, nos desentendemos.
La dirección de Henry Bean, debutante quien a posteriori solo ha vuelto a rodar una vez más, demuestra estar estudiada y formada, se empeña, lo intenta, pero no lo consigue. Las transiciones son grandes ideas que en su ejecución terminan no obstante por descontextualizar, los tiempos de la narración están torpemente llevados y se muestra incapaz de explicar con imágenes lo que el guión tampoco hace. Escrito por el ya citado director junto a Mark Jacobson, el guión deambula tratando de ceñirse sobre Danny Balint al que tampoco consiguen retratar, dejando pedazos inconexos a cada tramo. Se deja entrever la importancia de un personaje que desaparece, el peso de los líderes sectarios acaba por ser ninguno, la fémina del film es trivial y el periodista, que por su poder resulta el de mayor interés, se desperdicia.
Con ‘American History X (1998, Tony Kaye)’ en la cabeza de muchos y el papel de Edward Norton asociado a ello, el jovencísimo Ryan Gosling de 21 años acaba sucumbiendo ante la comparación en este su primer papel cinematográfico, aunque ello no sea óbice para resaltar como lo mejor del celuloide y presentar sus credenciales a promesa, lo que a día de hoy ya se ha visto confirmado. Imberbe y con un rostro menos enigmático del que le ha dado la edad actual, se aprecian ya características propias (aún sin perfeccionar) de su estilo interpretativo, eficaz, sugestivo y contenido. Que su personaje caiga en el desinterés es a su pesar y no a su costa.
El creyente parte de una buena base, lo intenta, todos lo intentan, pero finalmente resulta fallida y vacía, no consigue emocionar. Se intuye un trasfondo reivindicativo, que puede ser motivo de ensalzar el conjunto, pero su ejecución no rinde al nivel de lo que se la podría presuponer y el resultado es tosco, como su protagonista.
Valoraciones:
Personal: 5
Filmaffinity: 6,6
Metacritic: 8,4
Rottentomatoes: 7,3
IMDb: 7,2
Especial Ryan Gosling
Estoy de acuerdo con lo que dices. Creo que podría haber sido una gran película. Gosling está serio y está bien.
ResponderEliminarSaludos.