Si hay un terror al que sin distinción en el primer mundo tememos, es a este. Una enfermedad que no atiende a prevenciones, de la que no se puede escapar y a la que cada vez más de nosotros, de una u otra forma, nos vemos obligados a ceder parte de nuestras vidas. Se instala en la familia sin pedir permiso y, con una calma despiadada, destruye no sólo a quien por capricho decidió escoger, si no a todo lo que le rodea. Y es en ese circulo afectado e impotente donde aparece ‘Un monstruo viene a verme’, arrebatando el protagonismo al cáncer, siendo más humana que lacrimógena.