- Esta crítica puede contener spoilers -
Son las dos de la madrugada y sujeto entre mis dedos indice y pulgar una moneda de 50 céntimos, brilla como si hubiera sido acuñada no hace ni diez minutos y, en uno de sus lados, atisbo la cara de Cervantes. Levanto la cabeza para mirar el sitio donde me hallo, un salón corriente decorado con un mobiliario corriente que luce sin embargo como un espacio atrayente y sinuoso, su interesante aspecto debe ser cosa de mi cabeza cuyo peso oscila entre la clarividencia y el desmayo. Lanzo la moneda, de canto, con la fuerza necesaria y el pulso correcto, en la combinación de ambos esta la clave para que siga la trayectoria buscada, e instantes después escucho el sonido cristalino que me dice que ha ido directa a donde quería. La veo en el interior del vaso que preside la mesa y siento que soy el puto amo. Es mi momento, antes había visto como otros vitoreaban sus aciertos en mi cara al grito de Cristiano Ronaldo entre otras peculiares celebraciones, quizás por ello, quizás producto del Jaggermaster que nos acompaña, no dudo en escenificar mi victoria lo más llamativamente posible.