En lo más profundo de esa visión cruda y espectacular de un conflicto bélico visto desde la barrera, existe la ansiedad de quien lo vive. Más que valor, arrojo y heroicidad, más que buenos y malos, más que un espectáculo grotesco con soldados sujetándose las tripas, sangre, caos y gritos de terror, en la guerra hay miedo. Miedo al instante más próximo, miedo al azar, miedo a no salir de ahí. Han habido miles de guerras, libradas de mil formas distintas, pero puedo afirmar sin haber estado en ninguna de ellas que siempre ha habido miedo. Y por ello Dunkerque es una película con tantísimo corazón, por qué no retrata a un grupo de soldados en concreto si no a todos ellos, no narra una historia acotada por un grupo de personajes en unas circunstancias particulares si no que trata de transmitir las sensaciones sufridas por cualquiera de los allí presentes.