'Las brujas de Zugarramurdi', un puzle de géneros

Las brujas de Zugarramurdi cuenta con tres líderes visibles entre el aquelarre de ficción que se nos presenta. El característico por exuberante Álex de la Iglesia tratando de volver a sus orígenes, un venido a menos Hugo Silva con miras a relanzar su carrera cinematográfica, y el responsable de eclipsar la carrera del precedente, Mario Casas, el actor con mayor poder de convocatoria de todo el panorama español, pese a quien le pese. De la mezcla de estos últimos, surgirán de la platea los más insoportables bramidos, ya que la franja de edad más justificablemente incomprendida acude en masa. 

La película es un puzle de géneros, la acción de inicio, destacable por la originalidad de la puesta en escena más que por la acción en si misma, encaja con la comicidad del primer acto, donde la dualidad hombre mujer actúa como hilo conductor. Dos piezas que vienen a formar la primera hora de metraje y donde queda patente las ganas de reír del público. Evidenciando esa necesidad por carcajear, autoimpuesta desde casa, la ausencia de motivo, y no hay mayor desgracia para una gracia, que la risa complacida.

El tono mantenido se fuga con los protagonistas en busca de un desenlace, el genero de aventura quiere llegar hasta los títulos de crédito, siendo la captura de los mismos su final particular e inicio del final global. En este acto, conducido por el costumbrismo vasco en forma de fábula, la fantasía más desenfrenada da rienda suelta a todos los excesos técnicos, y la multitud, en todas sus vertientes, es llevada al límite bajo las cuevas que dan nombre al título, de recomendable visita.

Y si la cueva no se derrumba es gracias al ritmo que le impone Alex de la Iglesia, quien no deja espacio para los tiempos muertos y sube al espectador en una especie de velocísimo "Tren de la Bruja". Ayudándose para ello de un montaje frenético y unos diálogos directos, sin excesos de texto, respaldados en todo momento por las figuras de la película, y en menor medida, por el resto del elenco.

Empezando por lo negativo para acabar por lo positivo, Carolina Bang es una mueca que te hace temer por su propia integridad, esta demasiado presente y por momentos parece inmersa en un reality de baile, recuerdo un determinado susto o el cierre de la puerta de un vehículo. Secun de la Rosa como agente de policía gay, realiza el mismo registro televisivo ya visto, sobreactuado y, personalmente, insoportable. Ya por derroteros positivos, Hugo Silva ofrece una interpretación solvente como masa y contrapunto de Mario Casas, sin duda, el más destacado. Bien es cierto que su papel cuenta con un potencial mayor, pero este lo sabe aprovechar a conciencia. Hay una escena en la que te ríes no por la situación en si, si no porque él consigue dar verosimilitud provocando entonces la carcajada.

Las Brujas de Zugarramundi es un producto irregular, como comedia no funciona, no funciona tampoco como fantasía, ni como película de aventuras o de acción, pero si consigue funcionar como mezcla de todas. Citaba anteriormente su semejanza con un puzle, el cual por separado carece de sentido pero al encajar cada una de sus piezas, conforma un producto muy digno.

Valoraciones:

Personal: 6
Filmaffinity: 6,3 
Metacritic: ¿?
Rottentomatoes: ¿?
IMDb: 6,5