En la médula de cualquier barrio, apalancados litrona en mano vete tu a saber donde, la estepa española esta bien poblada de lo que ellos gustan en denominar buscavidas, gentuza en realidad. Todos, quien más quien menos, nos hemos cruzado, conocido e incluso intimado con esa calaña de maldad moderada que por costumbrista o tradicional, parece ser aceptada o admitida. Basura creíble, uno de los aciertos del filme. Con ellos comienza ‘Tarde para la ira’ - de forma casi literal gracias a un efectivo plano secuencia - en medio de un “fregaó” que dará pie a una vorágine de violencia sin retorno. Puesto que la violencia, siempre genera más violencia como consecuencia.
La fotografía se hace notoria al estar rodada en 16mm. Se palpa en el grano, el foco, la calidez tonal y se atisba un gusto por enfrentar lo estético con lo sucio, dando lugar a una atmósfera cinematográfica, pero turbia y áspera. Apoyado el aspecto visual en una cámara que comienza demasiado nerviosa - se produce un excesivo movimiento y algún que otro cambio de plano bastante tosco -, pero que según avanza el metraje se transforma templando esa ira incontrolada del inicio en algo más cercano a la venganza, fría, certera y sosegada.
Opera prima de Raul Arévalo conocido como uno de los actores más populares del país, pero a quien si sigue así, se le podrá llegar a reconocer por su gran mano como director. En su carta de presentación muestra un pulso narrativo tan imperturbable como la mirada de su protagonista, un tono seco y sin concesiones para nadie, un ritmo donde se permite el desarrollo de la historia y sus personajes, y una templanza impropia de un novel para sortear la grandilocuencia y el exceso dramático. Añado, un par de huevos, como demuestra al rodar esa secuencia que transcurre en una finca hacia el final del segundo tercio.
Es en aquel momento cuando la línea entre lo lícito y lo reprobable se hace más difusa. ¿Existe tal frontera, esta justificado cruzarla, se cruza siempre en el mismo punto?. Reflexiones lanzadas sobre las que no se dicta sentencia, se deja al espectador libre de tomar esta difícil decisión, puesto que todos entendemos la ira en base a un hipotético parecido al de la historia pero es difícil no juzgar también el triunfo de la escopeta.
Antonio de la Torre es como siempre una garantía. Su mirada refleja sin palabras tanto dolor por lo sucedido, como odio por sus responsables y miedo por inexperiencia. Transmitiendo la sensación de que va a romper, pero no sabes por donde. Luis Callejo por su parte ofrece un registro con diferentes matices al tener un personaje con mayor recorrido, siendo algo más irregular en su interpretación, con momentos algo forzados y otros absolutamente brillantes. Entre ellos dos no obstante, en su relación, se presenta la mayor debilidad del filme siendo incluso posible desconectar con lo que se narra. El lazo que los une por fuerza no se presenta lo suficientemente amenazador, no se siente al personaje de Callejo en un embrollo sin más opción que la del vasallaje, con lo que parecen caminar juntos más por gusto que por obligatoriedad.
Valoraciones:
Personal: 7,5
Filmaffinity: 7,0
Rottentomatoes: 7,8
IMDb: 6,8
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