El mundo menos mundo expuesto para aquellos habitantes de su propio mundo - nosotros -. La cámara fotográfica como manifestación de un contexto que resalta el patetismo de la condición humana, tan simple de corazón como dañino en sus actos. Historias e imágenes con hondo que desmenuzan su concepción: fotógrafo, ambiente y editor entorno a una misma imagen creada atendiendo a diferentes expectativas.
Las revoluciones del norte de África, la guerra civil en Siria, Irak, la inestabilidad en Ucrania o la inseguridad en Venezuela son lugares donde reside el miedo en la actualidad, y es allí con la tarea de conocer donde viaja el coraje cámara en mano con nombres como los de Samuel Aranda, Manu Brabo, Moisés Samán, Álvaro Ybarra, Emilio Morenatti, Fernando Moleres o Sandra Balsells entre otras apariciones que tienen su cabida en este documental.
‘No me llames fotógrafo de guerra’ consigue conectar al espectador con aquello que esta viendo, no es únicamente un recital de imágenes realmente conseguidas e impactantes, y que por si solas constituyen motivo de visionado, si no que la hora y poco de duración tiene una estimulante capacidad narrativa que consigue dejar poso. Las fotografías que tienen algo se quedan en la retina, y esas no se olvidan. Algo parecido citan durante el documental y que bien podría ser aplicable a si mismo.
Como fotógrafo incapaz de ir más allá de lo académico admiro el trabajo de estas personas, su par de huevos no ya para enfrentarse a la muerte si no para retratar la vida, conscientes además de no poder ofrecer más que la verdad para aquellos que no la necesitan puesto que la tienen delante. Fotógrafos que comparten trinchera en un conflicto del que voluntariamente pueden huir y que quizás sea el último.
En este caso da igual el tono, el grano o la saturación, da igual el encuadre, la apertura, papel mate o brillo, el formato de ‘No me llames fotógrafo de guerra’ es de calidad, y no deja indiferente.
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