- Esta crítica puede contener spoilers -
Hace un tiempo, no tanto, internet ni se atisbaba. Nuestra forma de relacionarnos con el entorno, de socializar, de intimar, en definitiva de vivir, era algo primigenio visto desde una perspectiva actual. Un cambio radical vivido por todo aquel nacido antes de los 90 del que ninguno fue plenamente consciente, simplemente sucedió, y nos adaptamos. ‘El cuento de la criada’ presenta un mundo a priori inverosímil, impensable, gobernado por una sociedad teocrática donde el fundamentalismo manda. Un escenario radical e incluso disparatado que, sin embargo, resulta creíble pues sabemos del ser humano que por muy jodida que este la cosa y grande sea el cambio, lo asume, sobrevive.
Y aún así, la ficción que se nos plantea esta tan constreñida que cuesta entrar en ella. No por falta de información - es absolutamente innecesario para con el propósito de la serie saber como se ha llegado a tales extremos -, si no por el trato que reciben aquellas personas que, representan, el único futuro posible. Cuesta creer que en un mundo infértil, donde un porcentaje muy ínfimo de la población es capaz de dar a luz nueva vida, la mujer sea esclavizada en lugar de endiosada.
Un inicio a nivel argumental que titubea con la verosimilitud hasta que progresivamente, a base de palos y tragar saliva, se va comprendiendo la intencionalidad que le subyace. Margaret Atwood - en cuya novela se basa el guión de lo que podemos ver en pantalla - ideó en 1985 este mundo distópico donde se flagelan todos los derechos de la mujer solo para subrayar que, aún así, jamás se dejarán dominar - el descubrimiento de las cartas es prueba de ello -.
Sin ese trato brutal donde la mujer es oprimida, violada y evaluada en base al valor de sus ovarios - entre otras cosas -, no hubiera sido posible arrojar a la cara del espectador ese mensaje feminista con tanta precisión y acierto como se realiza. Pues todo el dibujo de esa sociedad puritana hasta el extremo tiene un cariz tan ridículo que, cuando crees reconocer algunos comportamientos propios de nuestro tiempo, te hace saltar las alarmas y llamar a la conciencia.
Su profundidad a la hora de transmitir ciertas ideas no solo abarca el feminismo. Por ejemplo, lo irracional del fanatismo que cegado por un propósito puede llegar incluso a tirarse piedras contra su propio tejado. Esto es el personaje de la tía Lydia, cuyos actos cree bondadosos solo para atisbar hacia el final que posiblemente este maltratando aquello por lo que querría luchar. La imposibilidad del amor sin pasión e igualdad. Esto se ve en la relación matrimonial que llevan Serena Joy y Fred Waterford, a priori perfecta, en la realidad totalmente ausente de afecto. La falso de un ideal contranatura, esto es la rigidez de unos normas de convivencia impuestas por unos mandos que, a la menor oportunidad las contravienen yéndose de putas.
El que y el como se ha llegado a construir este mundo aberrante sobre el que se desarrolla la historia pasa en esta primera temporada a un segundo plano, y queda como un recurso a explotar quizás en futuras temporadas. Su “doctrina” se centra en el mensaje que lleva dentro y no en el envoltorio que lo rodea. Profunda, técnicamente impecable, reflexiva, con una Elisabeth Moss perfecta, ‘El cuento de la criada’ es también una serie de ritmo pausado que tiene momentazos de una intensidad tremenda. Producida por Hulu, emitida en España por HBO, muy recomendable.
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